sábado, julio 3, 2021
Venezolanos al día

¡Feliz cumpleaños, amigo Miguel Otero Silva!

«Hay quienes escriben la historia y quienes simplemente la hacen». Miguel Otero Silva La facilidad con que se emiten juicios…


«Hay quienes escriben la historia y quienes simplemente la hacen». Miguel Otero Silva

La facilidad con que se emiten juicios de valor sobre los ciudadanos, para luego convertirlos en sentencias públicas inapelables, acompañados de enunciados estigmatizantes, siempre ha hecho manifiesta en Venezuela. En la actualidad no pasa de ser el resultado de la visceralidad exacerbada por el régimen con miras a distorsionar la consideración, ponderación o análisis de cualquier hecho resultante de sus insanas ejecutorias. Por esa vía de la visceralidad, mediante el uso de métodos y procedimientos de factura cubana con antecedentes soviéticos, usan a gran parte de nosotros como conejillos de indias para descalificar por siempre a ciudadanos y se llega al extremo de invalidar cualesquiera de las acciones que pudiesen acometer en su favor o de la sociedad venezolana en estos convulsos momentos.

Es el caso de mi amigo Miguel Henrique Otero, a quien dedico estas líneas, como todos los años, con ocasión de su cumpleaños que será mañana sábado 3 de julio. A Miguel más que estigmatizarlo lo crucificaron y lo quisieron dejar ahí, inerte en la cruz, asido al madero de las difamaciones e insultos, como el proferido por Mario Silva al mentarle la madre por un canal del Estado, es decir de todos nosotros. Eso nos da la medida del ensañamiento oficial en su contra, pues eso no fue cosa nada más del pusilánime de Silva, como en efecto lo demostró el transcurrir del tiempo que nos convirtió en espectadores de primera fila de la arremetida contra su patrimonio personal, consumada con una aberración de esas en la que se especializó el TSJ de Dos Pilitas.

Recurrir a rasgos ideológicos de su padre y enfatizar la cercanía o apoyo que pudo haberle brindado a Chávez cuando éste accedió al poder con “el respaldo mayoritario de la sociedad venezolana”, viene a ser una distorsión histórica propias de las estrategias comunicacionales del régimen, que en el fondo es el enemigo de Miguel y el nuestro también, con una diferencia, la pelea de Otero es de frente mientras otros se hacen eco de las descalificaciones vertidas en su persona. Claro, eso tiene una explicación, muchos le hacen el coro al régimen como queriendo exorcizar el espíritu del caudillo que los poseyó con su ascenso al poder y que permaneció inalterable dominando sus vidas hasta que el zambo de Sabaneta de Barinas clavó el hacha en las entrañas de todos los que habitamos esta tierra de gracia.

Como es propio de este régimen, ha querido hacer de Miguel un leproso, que cual Lazaro cause repulsión, algo que, al no concretarse según sus planes, cambió al firme propósito de tenerlo como referente del escarmiento que puede recibir no ya un empresario como él sino cada uno de nosotros, porque en su persona asistimos al socavamiento absoluto, total, del poquito de libertades que nos quedaban en Venezuela, donde el deterioro de las libertades, de los derechos, has sido vertiginoso con la instalación del régimen autoritario hegemónico a quienes muchos ingenuamente le confieren las bondades que están haciendo posible unas elecciones

legitimadoras de su talante no democrático. Suena contradictorio como de hecho lo es, pero por más que se dice no se entiende o no se quiere entender añadiéndole mayores riesgos a un problemática de por sí agobiante.

De tal manera que en el caso del Dr. Otero el punto no es el daño o perjuicio que pudiesen estar causándole a él a nivel personal sino el deterioro institucional que hizo posible establecer penalidades en su contra por el ejercicio de la libertad de expresión de manera responsable, como ha quedado demostrado. Ver al TSJ, más específicamente a la ahora supra o mega Sala Constitucional haciendo desafueros como el ocurrido en el caso del diario El Nacional no puede tener otra lectura que no sea la profundización de la autocracia, con perspectivas nada alentadoras pero que llaman a la reflexión de cara la transición democrática que ni siquiera ha llegado por estos lares, pero que anhelamos todos, tanto los que se fueron al exterior como los que aún estamos en este valle de lágrimas, por usar un calificativo que le viene bien al estado de cosas en las cuales asistimos al cambio de las reglas de juego en todos los órdenes de nuestra vida diaria.

Que el Poder Judicial se preste para dar rienda suelta al reconcomio de una persona representa lo que en términos coloquiales en mi pueblo califican como “fin de mundo”. En efecto lo es, pues es el signo más notorio de la ausencia de democracia en la sociedad venezolana es la falta de justicia. Es una verdad de perogrullo que donde no hay justicia no hay democracia, como se evidenció en el caso de El Nacional y los atropellos contra Miguel, sus familiares y socios. Una realidad que no admite discusión desde la perspectiva de la anulación del principio de legalidad desde hace bastante tiempo. ¿O es posible calificar de legal el resarcimiento estimado en una suma exorbitante en dólares, sin base de sustentación y dobleteada sin otra motivación que la saña oficialista?

Todo lo anterior nos trae al terreno de la ilegalidad, precisamente en el cual se mueve el régimen también desde hace tiempo. Siendo así y tomando prestados usados por los oficialistas, no sólo Miguel Henrique Otero () sino todos nosotros estamos en medio de un enfrentamiento asimétrico con riesgo de ser revictimizados, porque víctimas ya somos, al igual que Miguel, de ejecutorias alejadas de toda lógica humana y jurídica por efecto de lo que los entendidos llaman la acentuación de la ola autoritaria en el mundo. Ese hecho nos plantea un tremendo reto a todos los que decimos tener vocación democrática y uno de los mejores ejemplos de cómo asumir ese reto lo tenemos y como titule: ¡Feliz cumpleaños, amigo (@MiguelHOtero)!

En el mes que pasó estuvieron de cumpleaños otros grandes amigos como lo son Umberto Petricca Zugaro, Maria Lourdes Afiuni y Juan Carlos Escotet, a quienes hago llegar mis mejores parabienes

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